Presentación
El siguiente artículo, es una exposición del marco conceptual que inspiró el desarrollo de la Política Nacional de Cultura 2017-2022 de Chile y “Las diversas formas de participar en la vida cultural: Estudio Nacional 2017” (en adelante el Estudio). Al coincidir en 2017 el desarrollo de ambos instrumentos, se desarrolló un marco conceptual que permitiese integrar la visión prospectiva de desarrollo del ámbito cultural del país para el próximo quinquenio y una nueva versión del estudio, heredero de las tres versiones anteriores de la Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural.A la fecha, se han desarrollado tres versiones de la encuesta: Encuesta de Consumo Cultural y uso del Tiempo Libre (2004-2005), Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural (2009) y Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural (2012).
El propósito de este documento es poner a disposición algunas claves relevantes sobre la discusión actual en torno a la participación cultural y el derecho a la cultura, para una comprensión amplia y multidimensional de estos fenómenos. Hemos intentado traducir ambos conceptos en objetos medibles para así ser capaces de desarrollar mejores planes y programas públicos, lo que significó una reflexión respecto al énfasis conceptual que debían tener.
Particularmente, el trabajo desarrollado se aloja en un contexto socio histórico y político dado por el proceso de tránsito hacia una nueva configuración institucional: la creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el PatrimonioLey 21045.. Este hito ha generado un conjunto de intercambios, acciones y debates entre actores, acerca de los modos en que se concibe a la cultura. En ese contexto, es relevante destacar la incorporación del enfoque de derechos, como columna vertebral de los instrumentos, y que representa el marco conceptual básico de este trabajo. Este enfoque considera los Derechos Humanos como un marco conceptual capaz de orientar el proceso de formulación, implementación y evaluación de políticas públicas, y considera la cultura como un “derecho humano inalienable que impregna todos los aspectos de la vida”Cita completa: “La cultura es un derecho humano inalienable que impregna todos los aspectos de la vida. Es deber de los gobiernos establecer políticas culturales para garantizar el ejercicio de tales derechos; de la necesidad de integrar el patrimonio del pasado al esfuerzo creador del presente, y de facilitar con ello el acceso de todos a la cultura”. UNESCO, Primera Conferencia Intergubernamental sobre los aspectos institucionales, administrativos y financieros de las Políticas Culturales. Venecia, 24 de agosto al 2 de septiembre de 1970.
Por su parte, la Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017, componente cuantitativo de: Las diversas formas de participar en la vida cultural: Estudio Nacional 2017 representa una continuidad con los anteriores estudios en la materia, enfatizando en la medición y comprensión del fenómeno de la participación cultural entendida como un derecho cultural y también a la “cultura”.
Como sugiere Agustín Squella (2017) “(…) Asistimos a un cambio de modelo de acción pública basada en el reconocimiento, defensa y garantía del derecho a la cultura, pensada no como un bien de consumo, sino como el motor del desarrollo humano de una sociedad plural” (p.28). Ello implica que esta nueva institucionalidad en construcción se presenta como una oportunidad sin precedentes para la vinculación entre los campos de la cultura, las artes y el desarrollo democrático de nuestra sociedad.
58Desde el Estudio, el fundamento de estas transformaciones tiene, por una parte, relación con la necesidad de incorporar mediciones en nuevas áreas que trascienden los dominios clásicos y también desde distintos posicionamientos o modalidades de participación cultural. Este propósito se sustenta en la convicción de que los bordes de lo que constituye la “cultura” exceden —y con creces— el terreno de las prácticas culturales que Pierre Bourdieu definiera como “legítimas” (Bourdieu, 1979).
Por su parte, y de igual manera, la elaboración de la Política Nacional de Cultura 2017-2022 es un ejercicio clave que se cimentó en este proceso de cambio. Como última política cultural realizada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), este ejercicio da cuenta de la trayectoria, las transformaciones de la institución y sus énfasis actuales. Así, tanto el Estudio como la Política Nacional (y el conjunto de políticas regionales y sectoriales) tienen su foco en las personas, en su diversidad, en el reconocimiento y valoración del rol activo de los ciudadanos en la vida cultural y en el valor dado a la participación cultural desde los territorios en la formulación de problemáticas y propuestas de acción.
Siendo la principal carta de navegación de la institución, la elección de los enfoques que subyacen la Política -de derechos y de territorio-, fueron emanados desde las reflexiones realizadas en las distintas regiones del país. Del mismo modo, la columna vertebral del Estudio, es una concepción amplia de la cultura, que considera la participación desde las personas, las colectividades y los territorios. Esta búsqueda de coherencia se refleja también en los principios que regirán, de acuerdo con la ley, la acción del nuevo Ministerio como: la diversidad cultural, la democracia y la participación cultural, de esta forma el reconocimiento cultural de los pueblos indígenas, y de las culturas territoriales, son algunos de los ámbitos que estructurarán su accionar y que se encuentran desarrollados tanto en el Estudio, como en los documentos de política cultural.
Estudio de participación cultural y las políticas culturales en el contexto de fortalecimiento institucional: enfoques que cimientan el tránsito hacia un Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio
La apertura a la idea de “culturas”, en plural, es uno de los principales giros que fundamenta la nueva institucionalidad cultural en Chile. Tal vez, la implicancia más relevante de este desplazamiento conceptual sea la consideración de una diversidad de prácticas como portadoras de significado, y por consiguiente, una acción formal de reconocimiento a estas. Ciertamente, sus características y modalidades de despliegue en la vida cultural constituyen claves de investigación empírica que el Estudio ha intentado recoger en un primer intento, que evidentemente no cubre ni agota sus vastas posibilidades.
Asimismo, hablar de “culturas” implica relativizar la noción de una cultura compuesta por un conjunto de prácticas legitimadas, -como las artes-, o como atributo privativo de un grupo específico que cuenta con ciertas capacidades. Pero en ningún caso significa apartar la vista de ellas o dejar de considerarlas como objetos de investigación y de acción pública de primera relevancia, lo que hizo necesario reflexionar sobre la posición de primacía de las artes dentro del campo cultural. En él, se pueden entender como prácticas portadoras de lenguajes definidos, específicos, reconocibles y que hasta cierto punto gozan de una autonomía respecto del resto de las otras prácticas culturales, precisamente por esta especificidad.
59Para ello, resulta esencial el reconocimiento y la puesta en valor de la gran diversidad que define a la ciudadanía, en sus múltiples miradas, intereses y maneras de vivir la cultura. Estas ciudadanías, a lo largo y ancho del concepto, que involucra a: las comunidades migrantes, a los niños y jóvenes, a los adultos mayores, a las personas con discapacidad, a las mujeres, a los pueblos originarios, de quienes tanto podemos apre(he)nder de esta mirada que no divorcia vida/cultura, en concreto, a las ciudadanías que requieren de mecanismos para desplegarse y aportar al fortalecimiento de la vida en común. De esta forma, participación cultural emerge como un objeto de estudio específico al distinguirse de otras formas de participación existentes en el contexto de la vida social, lo que ha requerido dar con una definición de cultura lo suficientemente amplia para aproximarse al enfoque anteriormente descrito.
El Estudio en este sentido, se considera un instrumento público, que se pone a disposición para múltiples propósitos. Si bien se encuentra en permanente diálogo, desde su génesis, con la comunidad académica, y la producción de conocimientos corresponde a la misión y naturaleza propias del Departamento de Estudios del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), la primera vocación del Estudio es elaborar un dispositivo para la toma de decisiones a nivel de la política pública.
Enfoque de derechos
La sociedad no hace sentido a las personas, ni como recurso ni como horizonte. Por ello, generar condiciones para que las personas vislumbren la conexión existente entre sus vidas y la sociedad en que viven es hoy una tarea cultural ineludible (PNUD, 2017, p.62.).
Considerar un enfoque de derechos para la construcción de políticas públicas en cultura, y tener como horizonte un desarrollo humano sostenible para la sociedad, implica que el Estado genere las condiciones necesarias y apropiadas para que las personas puedan constituirse como sujetos sociales, constructores de sus propias vidas y del entorno en el cual viven. Aquí radica la diferencia fundamental respecto a aquellas políticas que piensan a las personas como meros “beneficiarios” con acciones que sólo culminan en la distribución de recursos económicos. La constitución de un sujetos sociales se realiza a partir de la imagen que uno tiene de quién es, de la comunidad a la cual pertenece y de la vida que quiere conseguirIdea desarrollada a partir de la conferencia sobre Desarrollo Humano, dictada por Rodrigo Márquez Arellano, consultor de la oficina de Chile del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en la XIV Convención Nacional de la Cultura en Arica 2017.. En ese sentido, la cultura juega un rol fundamental, ya que al tratarse de procesos intersubjetivos de construcción de significado que requieren de reflexión y auto-indagación, la cultura interpela a las personas a interpretar su visión de vida. Asimismo, dimensiones culturales y artísticos, dada la centralidad que la cultura tiene en la vida de las personas, son la base de aquella imagen que tenemos del vivir juntos, de la idea de “convivencia” o de pertenencia a una nación, colectivo o a un territorio. Estos elementos, favorecen la construcción de un “nosotros” capaz de proyectar una imagen de futuro.
60Por su parte, el Estudio entiende la cultura como un derecho, lo que constituye un reconocimiento explícito a lo señalado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que se estipula el derecho “a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar del progreso científico y en los beneficios que de él resulten” (Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948, Art. 27). Desde una perspectiva más específica, el Grupo de Friburgo establece, entre otros, los siguientes derechos culturales:
la libertad de participar en la actividad cultural, hablar en el idioma de elección, enseñar a sus hijos la lengua y la cultura propias, identificarse con las comunidades culturales elegidas, descubrir toda la gama de culturas que componen la herencia mundial, conocer los derechos humanos, tener acceso a la educación (Grupo de Friburgo, en Yúdice, 2002, p.36).
En este marco, la vida cultural, al abarcar un amplio complejo de experiencias/relaciones, constituye un elemento de pertenencia clave en los asuntos comunes, en clave subjetiva y territorial. Desde esta mirada, las “maneras de ser pueden expresarse o entenderse como maneras de participar” teniendo como continente a la cultura.
Enfoque de territorio
En Chile, el análisis de la relación entre participación cultural y territorio generalmente se ha limitado a interpretar los resultados de ciertos patrones de comportamiento —como la asistencia a espectáculos o la compra de bienes culturales a la luz de las diferencias en las cifras que exhiben las distintas regiones del país. Con este antecedente, el propósito de considerar este enfoque –tanto en la construcción de políticas públicas en cultura, como en el diseño del Estudio, supone una nueva mirada a la noción de territorio desde la perspectiva de la institucionalidad cultural, reconociendo la necesidad de profundizar en aquellas manifestaciones características e incluso específicas de ciertos territorios. En la misma línea, el reconocimiento de la diversidad cultural, las identidades de pueblos indígenas y el patrimonio cultural como bien público dan cuenta de una problematización más compleja de la relación entre participación, cultura, artes y territorio. Estudiarla, requiere profundizar tanto en definiciones como en indicadores concretos, que superan el tradicional análisis de brechas.
No hay territorio sin cultura, pues las prácticas que la portan son las que le otorgan una identidad reconocible. Como plantea Giménez (1996), el territorio es un espacio habitado y practicado por seres humanos. Esto implica que su presencia sea decisiva en la construcción de esta noción, pues no existe sin la presencia de colectivos y por tanto de cultura. En segundo lugar, esta definición da cuenta del acto de distinción que se ejerce al hablar de territorio, como porción delimitable de espacio. Si en el análisis tradicional esto puede remitir, por ejemplo, a la idea de región, existen delimitaciones más difusas, pero relevantes, como la idea de comunidad, que remite a una configuración eminentemente social. Finalmente, el territorio es un espacio al que se le agrega valor, es decir, se le visualiza con un cierto objetivo, ya sea instrumental, simbólico o afectivo.
61Corresponderá, entonces, remitirse a la idea de territorio desde una mirada cultural que sea capaz de dar cuenta también de las operaciones simbólicas que se dan allí. Desde una perspectiva institucional, esta mirada ha sido recogida en el trabajo desarrollado en relación al concepto de patrimonio cultural, el que no se orienta a la generalización y la comparación, sino por el contrario, al rescate y salvaguarda de expresiones que se despliegan en forma específica en ciertos territorios. Estas, constituyen una condición esencial para su comprensión como objetos significativos y hasta cierto punto inseparables de su referencia espacial; tampoco es fácil compararlas a aquellas que suceden en otros lugares, lo que en la nomenclatura desarrollada por Campos (2015) se podría traducir como prácticas con alta adherencia territorial, aun cuando no las considera parte de su análisis.
Participación cultural y derecho a la cultura: ejercicios indisociables desde un enfoque de derechos
La noción de participación cultural se entiende, para efectos del Estudio y de las políticas culturales, como un conjunto de manifestaciones de y entre las distintas personas, agrupaciones, comunidades y cuerpos de la ciudadanía que se hacen parte en la creación y recreación de su vida cultural, y que se despliegan y visibilizan mediante prácticas específicas y delimitables, capaces de ser observadas a través de instrumentos. Por lo tanto, se comprende la noción de práctica cultural como “toda actividad de producción y recepción cultural” (Coehlo, 2009, p.258). Así, el derecho a la cultura se ejerce a través de la participación individual o colectiva.
Así tanto para el Estudio, como desde el enfoque teórico de las políticas culturales, la participación cultural se comprende como un fenómeno social, que se expresa en distintas modalidades que comportan una función creativa por parte de las personas. De este modo, al participar se desarrolla una actividad creativa que da sentido a las manifestaciones, proveyéndole de un contexto que hace posible su interpretación. Para las personas y colectivos, representa una forma de construcción de identidad, existiendo roles y posiciones diferenciadas, en cuanto a cercanía, del “control creativo” de los procesos.
A su vez, la noción de participación cultural “es menos restrictiva que la de acceso a la cultura, que supone una clara separación entre una oferta y un público, siendo una concepción que sitúa a la cultura sobre sus usuarios” (Arnaud, Guillon et all, 2015, p.7). Siendo menos universalista, contiene de suyo mayor capacidad para encarnar la profusa diversificación en los modos y formas de tomar parte en la vida cultural. En ese sentido, un objetivo central ha sido reflexionar desde la democratización de la participación en estas prácticas, entendiéndose como una forma de asegurar el derecho a la cultura, toda vez que tener la capacidad de crear, gozar de las artes, dejarse interpelar por las humanidades, participar de experiencias estéticas diversas y creadas bajo distintos lenguajes, excede a la sola presencia e involucramiento en prácticas culturales cotidianas.
Para posibilitar la participación en este tipo de prácticas, se requieren acciones de aproximación, traducción, decodificación, mediación, lo que supone también la provisión de una serie de condiciones que la institucionalidad cultural del país debiese ser capaz de asegurar a todas las personas. De este modo, y mediante la entrega de información más acabada y actualizada para el abordaje de este objetivo central, el Estudio hace explícito además el reconocimiento de las prácticas no legitimadas del campo cultural y avanza en su comprensión y reporte, ampliando así la noción de participación cultural desde una perspectiva de política pública.
62Diseño metodológico del Estudio y su vínculo a la Política Nacional
El Estudio Las diversas formas de participar en la vida cultural: Estudio Nacional 2017, se encuentra constituido por dos componentes, en concordancia con el enfoque metodológico y conceptual que sostiene su actual versión. Por una parte, el instrumento Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017 y por otra el componente cualitativo, en base a 22 experiencias colectivas de participación cultural en territorios, que se encuentran reunidos bajo un solo enfoque. En este sentido, en seguiremos llamando “Estudio” al documento global que involucra ambos componentes. Cada uno de ellos cumple una función diferencial y complementaria, aunque es parte de una sola estrategia metodológica
El Estudio es una investigación empírica y constituirá la principal fuente de datos primarios sobre cultura en Chile durante los próximos años. Su objetivo es proveer de evidencias actualizadas, válidas y confiables destinadas a ser utilizadas por distintos actores: diseñadores y ejecutores de política pública nacional y regional, agentes culturales diversos, académicos, investigadores y la ciudadanía en su conjunto. A partir de esto, el diseño metodológico de un estudio de estas dimensiones resulta crucial, especialmente en el marco de la ampliación considerable del objeto de estudio y considerando que no toda expresión cultural puede ser representada necesariamente bajo dispositivos teórico-conceptuales de las ciencias sociales, humanidades o afines. Más aún, de poder serlo, no resulta trivial la selección de cuál es el enfoque metodológico y el instrumento para realizarlo. La medición y la comprensión de la participación cultural, como sucede en cualquier campo de investigación, es un ejercicio de reducción de complejidad del objeto de estudio e insalvablemente genera una brecha entre la representación (resultados del estudio) y lo representado (prácticas culturales en sentido amplio). Aun así, el desafío fue intentar que dicha brecha fuese lo más pequeña posible y que progresivamente abarque de mejor forma el objeto de estudio.
Bajo esta lógica, el desarrollo de la metodología fue un desafío de carácter epistemológico, puesto que, por varios motivos, no todas las prácticas son posibles de capturar en forma válida mediante una metodología cuantitativa. Ciertamente, ésta constituye un modo esencial de acceder a información que permita caracterizar las prácticas asociadas a la participación cultural de la población urbanaLa Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017 se aplicó en todas las comunas del país cuya población urbana fuese igual o superior a 10.000 habitantes según las proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadísticas al año 2016. de 15 años y más de todas las regiones del país, el objetivo de este estudio. Principalmente, dentro de muchos otros atributos, ofrece la capacidad de expresar en indicadores sintéticos y altamente circulables un cúmulo de datos e información generalizable a toda la población del paísComprendida en el universo muestral. Esto quiere decir que los resultados de la IV Encuesta Nacional de Participación Cultural no son generalizables a la población menor de 15 años y a aquella que reside en comunas cuya población urbana era inferior a 10.000 habitantes en 2016 según las proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadísticas para ese año.. Sin embargo, este enfoque no es capaz de profundizar en los sentidos y significados que individual y colectivamente se le atribuyen a las prácticas culturalesEn cierta medida, las preguntas abiertas dentro de un cuestionario permiten aproximarse a ellos.. Así, una aproximación exclusivamente cuantitativa al objeto de estudio es insuficiente.
63En virtud de este desafío, a través del Estudio se buscó generar evidencia de carácter cualitativo para una serie de prácticas no legitimadas, con la finalidad de incorporarlas al análisis del fenómeno de la participación culturalEs necesario señalar que un atributo relevante de un cuestionario estandarizado es que su extensión no sea excesiva. Esto constituye una restricción fáctica al momento de incorporar nuevos indicadores a medir. Para el caso de este estudio, se buscó un balance entre innovación, validez, comparabilidad y profundidad en la medición del fenómeno.. El diseño del componente cualitativo de la investigación buscó ser flexible y adaptativo a la naturaleza de las distintas prácticas a investigar; buscó gatillar sucesivas exploraciones que permitan comprenderlas, caracterizarlas y delimitarlas, para así incorporarlas en el quehacer institucional que, por su naturaleza, requiere de información para el ejercicio de sus labores. En forma explícita, este componente no buscó triangular datos ni evidencias a partir de la encuesta, sino cumplir un rol complementario a ésta en la medida que abarca dimensiones diferentes del objeto de estudio. Además, resulta relevante comprender que el componente cualitativo fue diseñado con la intención de cubrir el desarrollo de prácticas culturales en contextos rurales, donde el diseño de la muestra de la encuesta no consideró entrevistas. Respecto de estos, existe una carencia histórica de datos cuantitativosLa Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017 excluyó de su marco muestral a viviendas localizadas en centros cuya población urbana era inferior a 10.000 habitantes según las proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadísticas de Chile al año 2016..
Por su parte, y en diálogo con las versiones anteriores del estudio, el conjunto de prácticas legitimadas fue principalmente abordado desde un enfoque cuantitativo, buscando generar datos analizables bajo técnicas estadísticas y comparablesLa comparabilidad entre los distintos instrumentos es acotada y reducida a ciertos indicadores básicos. tanto con la evidencia nacional e internacional existente en la materia. El componente cuantitativo se fundamentó en la construcción de un cuestionario que actualizara las modalidades de participación cultural en los distintos ámbitos de medición y a su vez incorporara nuevos dominios no considerados en versiones anteriores.
De esta forma, uno de los propósitos manifiestos del proceso de elaboración del cuestionario de la IV versión de la Encuesta Nacional de Participación Cultural fue propiciar las condiciones de medición de un contexto más profundo de dónde acontecen las prácticas de participación cultural, toda vez que esto constituye uno de los espacios de intervención clave para su promoción desde la política pública. Como plantea Campos (2015), existe un repertorio de prácticas de participación cultural que poseen una alta adherencia territorial, es decir, están muy condicionadas por desplazamientos de las personas en el espacio; implican la concurrencia de personas al lugar donde son distribuidos. Entre ellas, distingue a conciertos, espectáculos de danza, exposiciones, bibliotecas, museos y espectáculos de teatroOp.Cit (2015)..
El instrumento y la vinculación a las políticas culturales
Las políticas culturales centradas en el acceso universal a la cultura, ponen de manifiesto una visión que plantea una concepción de base del ciudadano, como agente exterior a la vida cultural. En este entendido, la Política Nacional de Cultura 2017-2022 busca construir vías para facilitar y posibilitar su encuentro con lo cultural. Cuestionando esta perspectiva, en razón de sus limitaciones, Claudio Di Girólamo (2006) plantea:
64(…) De ahí que el “acceso a la cultura” que se pregona en todos los tonos como derecho ciudadano, se refiere básicamente, y a veces de manera exclusiva, al consumo cultural y no a la participación personal, a la producción cultural a la que todos tenemos derecho como sujetos culturales (p.64)
Alcanzar una concepción y una acción pública que logre rebasar un encasillamiento entre creadores y público, recentrando en la experiencia de lo cultural —y las múltiples posibilidades de (re) creación que se dan entre las personas y las obras (en un sentido amplio)— es el objetivo del quehacer del Estado.
En ese sentido, uno de los principales aportes de la Política Nacional de Cultura 2017: Cultura y Desarrollo Humano: Derechos y Territorio es la importancia que se da a los pueblos originarios como portadores de culturas diversas, actuales y en constante transformación, reconociendo su relevancia en la riqueza cultural de nuestro país.
Reconocemos que las políticas públicas en cultura se encuentran alojadas en contextos sociohistóricos específicos, animadas por debates y correlaciones de fuerza entre actores, posiciones, concepciones y aparatos teórico-conceptuales que las encarnan. Son, en este sentido, reveladoras de los pulsos sociales los cuales no pueden desconocerse en este tipo de procesos.
Conclusiones
El Estudio constituyó una oportunidad única de producción de saberes entre diversos agentes, dibujando una pasarela que conecta sus distintos ámbitos: académico, de las políticas públicas, la sociedad civil organizada. A su vez, responde también a sus propias lógicas de campo científico.
Si bien desde la acción pública, se quiere que todas y todos los ciudadanos puedan conocer y disfrutar de un cúmulo de obras consagradas o poseedoras de un fuerte componente de legitimidad, también se aspira a que el conjunto de prácticas culturales desplegadas desde los entramados territoriales, puedan ser conocidas, reconocidas y disfrutadas por el conjunto de la población. En este sentido, explorar y visibilizar estas prácticas y otras formas de participación, posiciona a los sujetos ya no como personas desprovistas de cultura, sino en su dignidad de actores que construyen sus propios itinerarios culturales, heterodoxos y diversos, e igualmente necesarios.
Destacamos como uno de los hallazgos emergentes, la reflexión sobre las otredades que se vuelve clave para entender la forma en cómo conviven -en el ejercicio de las prácticas de participación- distintos tipos de referentes. La historiografía nacional a este respecto, ha dado cuenta del lugar de la colonización en la región como explicación posible a las formas en cómo se desenvuelve la modernidad en América Latina. Larraín (1996) aborda, en este contexto, la emergencia de la otredad como clave para el análisis de la identidad latinoamericana: “El tema de la modernidad en América Latina está llena de paradojas históricas. Fuimos descubiertos y colonizados desde los albores de la modernidad europea y nos convertimos en el “otro” de su propia identidad, pero fuimos mantenidos deliberadamente aparte de sus principales procesos por el poder colonial” (Larraín, 1996, pág. 2).
Aunque no sea posible determinar el orden en que la identidad y la cultura se implican mutuamente, el análisis del estudio de casos permitió poner en contexto el influjo socio-histórico en donde se enmarca la participación cultural como integradora de múltiples referencias a la identidad. Desde luego, buena parte de lo relevado anteriormente puede también encontrar sustrato en el lugar del encuentro con otros en la escena latinoamericana en donde se despliegan estas prácticas. A la luz de los resultados y el análisis posible a partir del Estudio, en sus diversas dimensiones, constituye en el corto plazo que el instrumento permita acrecentar el marco de posibilidades de las políticas culturales en Chile.